lunes, 20 de abril de 2009

¡ESCUCHEN!


¡Escuchen!
Si se encienden las estrellas
¿no será porque alguien las precisa?
¿no será porque alguien desea que existan?
¿no será porque alguien llama perlas a esos
diminutos escupitajos?

Y, sollozando inconteniblemente,
entre la ventisca y el polvo del mediodía
irrumpe en el lugar donde está Dios,
temiendo haber llegado tarde,
llora
besa su mano robusta,
y le implora
¡que siempre haya una estrella!
y jura
que no soportaría el tormento de vivir sin ellas

y después
se pasará alarmado
aunque sereno en apariencia
y preguntará a un amigo:
¿No te sientes mejor ahora?
¿Verdad que ya no temes?
¿No es cierto?
¡Escuchen!


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